martes, 20 de junio de 2006

Estamos a tiempo

Cuenta la leyenda que un Hombre oyó decir que la felicidad era un tesoro. A partir de aquel instante comenzó a buscarla...
 
Primero se aventuró por el placer y por todo lo sensual, luego por el poder y la  riqueza, después por la fama y la gloria y así fue recorriendo por el mundo del orgullo, del saber, de los viajes, del trabajo y del ocio y de todo cuanto estaba al alcance de su mano.
 
En un recodo del camino vio un letrero que decía: " Le quedan dos meses de vida".
 
Aquel hombre cansado y desgastado por los sinsabores de la vida se dijo:
 
"Estos dos meses los dedicaré a compartir todo lo que tengo de experiencia, de saber y de vida con las personas que me rodean."
 
Y aquel buscador infatigable de la felicidad, sólo al final de sus días, encontró  que en su interior, en lo que podía compartir, en el tiempo que les dedicaba a los demás, en la renuncia que hacía de sí mismo por servir, estaba el tesoro que tanto había deseado.
 
Comprendió que para ser feliz se necesita AMAR, aceptar la vida como viene, disfrutar de lo pequeño y de lo grande, conocerse a sí mismo y aceptarse como se es, sentirse querido y valorado, pero también querer y valorar; tener razones para vivir y esperar, y también razones para morir y descansar.
 
Entendió que la felicidad brota en el corazón, con el rocío del cariño, la ternura y la comprensión, que son instantes y momentos de plenitud y bienestar, que está unida y ligada a la forma de ver a la gente y de relacionarse con ella, que siempre está la salida, y que para tenerla hay que gozar de paz interior.
 
Finalmente descubrió que cada edad tiene su propia medida de felicidad, y que solo DIOS es la fuente suprema de la alegria, por ser EL: AMOR, BONDAD, RECONCILIACIÓN, PERDÓN Y DONACIÓN TOTAL.
 
Y en su mente recordó aquella sentencia que dice:
"¡Cuánto Gozamos con lo poco que tenemos y cuánto sufrimos por lo mucho que anhelamos...!"
 
Fraternalmente en la luz del amor
Miccael Sais
 


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