domingo, 11 de marzo de 2007

El optimismo es fuerza creadora

Hace algún tiempo, leyendo el periódico, algunas frases me llamaron la atención. Se trataba de ideas de un escritor afirmando que, cuantos más pesimistas haya, mejor, ya que éstos son los que cambiarán al mundo, ya que para los optimistas el mundo está óptimo.

Una de dos: o el escritor no sabe el significado de las palabras pesimismo y optimismo, o está intentando aplicar un sofisma.

Pesimismo, según los diccionarios, es "opinión o sistema de los que creen todo pésimo o de todo esperan lo peor."

Optimismo es el "sistema de juzgar todo lo mejor posible; tendencia para creer que todo está bien."

En ningún momento se puede deducir que el optimista sea un ser pasivo, inerte, que nada mueve para mejorar la situación. El optimista es el que percibe que las cosas no están bien, pero sabe que podrán mejorar, y hace su parte.

Ya el pesimista, que de todo espera lo peor, ve delante de él apenas abismos y tinieblas. Todo para él está pésimo y no hay nada que se pueda hacer para que mejore.

Hay un dibujo animado que refleja muy bien este tipo de gente. Se trata de una hiena, personaje Tristón y, de la dupla Leoncio y Tristón, que siempre aparece diciendo: "¡Oh vida! ¡Oh día! ¡Oh desdicha!"

Cuando Leoncio, su compañero león, la invita a hacer algo, Tristón inmediatamente expresa su posición de derrota diciendo: "¡eso va a fallar!"

El optimista, a su vez, si nota que el mar está agitado, que el barco puede zozobrar, encuentra siempre motivos para continuar luchando, y, generalmente, logra éxito.

De esta forma, es fácil deducir que si hay alguien que puede modificar el mundo para que sea mejor, debe primero creer que el mundo puede ser mejorado, y esa persona sólo puede ser un optimista, jamás un pesimista, que considera el mundo pésimo, marchando hacia lo peor.

Siendo así, no nos dejemos llevar por sofismas que, sin un análisis más detallado, pueden parecer verdaderos.

El optimismo genera entusiasmo, y el entusiasmo es generador de confianza en sí mismo.

Mientras el pesimista ve en la semilla enterrada en el suelo, apenas la podredumbre, el optimista percibe la vida a punto de brotar.

Mientras el pesimista se sienta y observa las sombras que lo rodean, el optimista abre las ventanas de la esperanza y vislumbra, adelante, la claridad que enseguida lo envolverá.

Mientras el pesimista entra en cada crepúsculo, en el mismo cementerio para lastimarse de la muerte, el optimista escala en cada amanecer, la cerca dé un jardín para aspirar el aroma de nuevas flores.

El optimismo es estímulo para el trabajo, vigor para la lucha, salud para la enfermedad de los paisajes espirituales y luz para las densas tinieblas que se demoran en victoria momentánea.

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