jueves, 26 de noviembre de 2009

Una historia de amor sufi


Según cuenta una leyenda sufí, hace mucho tiempo en un mercado de Arabia, el joven Ahmed entró justo al mismo tiempo que una bella muchacha lo hizo por la otra punta del lugar. Ambos, como si de un hechizo se tratara, se miraron a través del gentío que había en el mercado. Sus ojos, clavados a los del otro no se atrevían a pestañear para no perderse ni un solo momento. Los dos caminaron manteniendo la mirada, porque ya sentían a que podía llamarse amor. En el momento en que estaban a pocos metros el uno del otro, la duda los inundó y los dos siguieron caminando como si nada hubiese ocurrido. Pero para Ahmed eso era mentira, algo había ocurrido y él lo sabía… se había enamorado. Así que se dio la vuelta en busca de la joven que seguía caminando. La alcanzó y extendió su brazo a penas a unos centímetros de su hombro cubierto por las túnicas de seda, pero la duda volvió a inundarle y se acobardó encogiendo la mano.

La muchacha siguió caminando y Ahmed, tímido, la siguió. Ella siguió caminando hasta salir del mercado, siguió hasta salir de la ciudad, siguió hasta atravesar una pradera y cruzar un río. Siguió hasta adentrarse en el bosque y llegar a una cabaña que parecía ser su hogar. Ahmed destrozado por la indecisión no supo que hacer, esperó horas junto a la cabaña. Por fin se armó de valor y avanzó hasta la cabaña, levantó el brazo y tocó dos veces con una falsa decisión. “Toc, Toc!”. Al otro lado de la puerta se oyó una dulce voz que no podía ser otra que la de la joven:

- ¿Quién es?

- Soy yo! – dijo Ahmed con una mezcla de felicidad e impaciencia. Pero nada se oyó al otro lado, el silencio y la tristeza se ciñeron sobre el corazón de Ahmed. Se quedó cerca de la cabaña hasta que cayó la noche. Al fin decidió perderse en el bosque. Estuvo un año entero pensando porque ella no le habría abierto la puerta. Al final se dijo que no era nada extraño que ella no le hubiese abierto la puerta. Él lo único que le dijo fue “soy yo”. ¿Cómo iba a saber ella quien era? Así que con esa nueva verdad en su mente se volvió a dirigir a la cabaña. Se acercó y volvió a tocar. “Toc, Toc!”. Y otra vez sonó al otro lado de la puerta la voz de la joven.

- ¿Quién es?

- ¡Soy yo, Ahmed! Nuevamente y para desilusión de Ahmed el silencio volvió a aparecer como respuesta. Esta vez Ahmed caminó y caminó y llegó hasta el desierto. Allí estuvo durante dos años pensando en la joven, pensando en porqué nunca abría la puerta y pensando en qué sería verdaderamente el amor. Al fin dio con la respuesta, así que se dirigió hacia la cabaña de la joven y volvió a tocar. “Toc, Toc!”:

- ¿Quién es?

- Soy tú Por fin se abrió la puerta y la joven apareció para abrazar a su amado.

- Te he estado esperando – le dijo a Ahmed con una sonrisa en los labios.

- Lo sé.

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Bella historia. Podríamos encontrar aquí dos conclusiones: Una, mirarla desde el punto de vista romántico, esto es, lo que significa la unidad entre dos amantes. Sería como fundir dos egos en uno. Dos personas amantes siendo una sola. Suena lindo, a más de un enamorado esta historia le viene al dedo. La otra conclusión es más abarcadora, y no se detiene en la clase de amor que significa apego entre dos personas. Es la visión desde dentro, la visión de la totalidad pero vista desde la profundidad de la conciencia: En cada ser humano, en cada "otro", yo soy él. Esto trae la noción de inseparabilidad, de unión con la totalidad, ya que lo que nos separa es la individualidad del cuerpo, mas no, la unidad del Ser con Todos y cada uno de nuestros hermanos en el planeta.

Pienso que la forma de "encontrarnos" es siendo el otro, intentando amar lo trascendente en cada uno.

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